Exposição na Fundación Proa (Buenos Aires) desafia conceitos de originalidade e autor
Publicado12 Out 2014
Uma exposição na Fundación Proa, em Buenos Aires, confronta uma cópia de uma escultura de Miguel Ângelo com o original de uma artista contemporânea. Num espaço expositivo dedicado à arte contemporânea, ""Lo Classico en la arte" pretende animar o debate, antigo mas sempre actual, sobre a originalidade e a autoria na arte.
Palabras como original, copia, clásico, contemporáneo y tiempo, cobran nuevas implicancias a la vez que se combinan para construir una red densa de lógicas paralelas que en algún punto siempre se tocan: ¿qué diferencia al original de la copia? ¿Existe todavía aura benjaminiana en plena extinción del copyright? ¿Quién es el autor de una obra?
En medio de estas preguntas se instala otra tensión no menos importante: la noción de clásico. Distribuidos en las salas de Proa hay tres núcleos temporales bien definidos: la Antigüedad greco-romana –representada, he aquí otra vuelta de tuerca, por los calcos del siglo XIX–, el manierismo del siglo XVI –algunas veces estirado hasta el siglo XVII, pero siempre dando cuenta de una identidad propia que trasciende las cronologías demasiado prolijas– y la contemporaneidad. Lo clásico se reconstruye por su ausencia: las obras de la Antigüedad representadas en la muestra no son las del clasicismo del siglo V antes de Cristo –figuras apolíneas de rostros y cuerpos armónicos. Se han retorcido a sí mismas como si quisieran exorcizarse de tanta belleza: pertenecen a un período cronológicamente posterior, que la historia del arte –tan cara a las nomenclaturas– ha dado en llamar Helenismo. Esas mismas contorsiones que sacuden a las figuras griegas son las que habitan los cuerpos de las pinturas y esculturas de los manieristas italianos del siglo XVI, a quienes sirvieron de orientación casi religiosa. Lo clásico se vuelve un tipo de momento histórico. Y a cada clasicismo, a cada momento de ideas y figuras claras y distintas, sobreviene un momento crítico que busca desestabilizarlo todo. Siguiendo esta lógica podríamos pensar el presente como un “helenismo de la modernidad” (incluso de la posmodernidad) un manierismo en el que en lugar de contorsionarse, las figuras se vuelven caleidoscópicas y los sentidos se reflejan y trasmutan hasta volverse inaprensibles.
Pode ler o artigo completo, na Clarín